La individualidad, por sí misma, niega lo universal y a la
vez lo manifiesta. No es la individualidad quien conoce lo Universal, lo que
esta más allá de ella misma, sino que es el Misterio que se deja conocer a ella
para reincorporarla a sí mismo, al Sí mismo. No es el hombre, en tanto que ser
individual, quien conoce, el Conocimiento se manifiesta a su través, se
desvela. Como símbolo, el hombre, vela y revela aquello que simboliza. No son
las facultades individuales las que permiten al hombre conocer; es a través de
estas que conoce cuando se someten a un orden y "dejan de ser" ellas
mismas para ser canales de Aquello que las trasciende y en lo cual tienen su
razón de ser.
Como ser individual, el hombre, no es sino un conglomerado
de elementos perecederos y finitos; que nace y muere según su ciclo de
existencia, de acuerdo a la ley de los ciclos por la cual todo nace y muere
pasando de un estado a otro de ser.
Ordenar, ponerse a la orden, es lo que el hombre puede
hacer. "El hombre puede, desde su existencia terrestre, liberarse del
imperio del Demiurgo o del Mundo hylico, y esta liberación se opera por la
Gnosis, es decir por el Conocimiento integral".
Podríamos decir que el hombre se hace a sí mismo. Adán es el
primer formador (Adán protoplasta). Él, que permanecía en la Unidad del Padre,
se reveló y actualizó su naturaleza humana, transmitiendo a sus descendientes
esta separación del Sí Mismo. La caída supone un desmembramiento, una
fragmentación de la Unidad; recordemos la muerte de Osiris a manos de
Seth-Tifón, su hermano, su desmembramiento, y cómo Isis juntó sus miembros para
darles nueva vida. Isis es la Sabiduría "cuyo corazón sólo puede abrir la
llave del Conocimiento, al que llegaremos a través de la mirada interna que
propicia el trabajo iniciático".
Esta herencia de que hablamos, genética podría decirse, se
ve incrementada por sus descendientes y así, en progresión geométrica,
haciéndose cada vez más patente la dualidad, la multiplicidad, el hombre ha ido
alejándose de la Edad de Oro hasta llegar a la Edad de Hierro en la que se
encuentra en la actualidad. Una vez separado, escindido, el hombre debe, si
quiere volver a ser, hacer el camino de vuelta; para ello deberá restablecer la
unidad en sí mismo.
A medida que se ha ido produciendo el alejamiento de la Edad
de Oro, el Modelo, la Guía, la Doctrina, la Tradición que es el hilo de Ariadna
para volver al origen, se ha ido ocultando cada vez más hasta llegar a lo
profundo de la caverna, el corazón de la tierra, análogo al corazón del hombre,
sede de la Inteligencia. Aún así las cosas el hombre puede volver a su Patria
de Origen que es celeste.
El fuego está en el interior de la tierra, también en su interior
los materiales combustibles, en el hombre el fuego arde en su corazón, ese es
su centro y altar, su tabernáculo, y para que pueda arder hace falta una
purificación previa. Purificación del cuerpo (tierra) purificación del alma
(agua y aire). El hombre ha de morir primero, ha de renunciar a los frutos de
este mundo para que arda su fuego interno, para que la chispa divina pueda
inflamar su corazón. (FRAGMENTO).
Imagen: Serie Teatro Hermético de la Memoria, 42. Mª Ángeles Díaz
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