miércoles, 13 de enero de 2010

La Simbólica de la Apertura de la Logia


Autor: Francisco Ariza


El ritual de apertura y clausura de la Logia masónica es, junto a los manuales de instrucción y los símbolos que aluden a la construcción, el legado que la Masonería actual ha recibido de la antigua Masonería operativa. Esto ha permitido que se continuara conservando la descripción simbólica de la cosmogonía, y por consiguiente, la posibilidad de acceder a su conocimiento y comprensión. De esta manera lo fundamental del Arte Real masónico, que ejemplifica el proceso que conduce a ese conocimiento, se ha perpetuado a través del tiempo, y con él el Espíritu de esta organización iniciática de Occidente. Esta sería la principal razón de que la Masonería continúe siendo una tradición viva con todos los elementos necesarios para hacer efectiva la realización espiritual. Por otro lado, el que muchos miembros de la Masonería ignoren el verdadero contenido iniciático y esotérico de la Orden a la que pertenecen, en nada altera la validez de la iniciación masónica, ni disminuye su fuerza para quien esté interesado realmente en un trabajo interno serio y ordenado, y sepa ver más allá de la apariencia formal e «institucional» con que se reviste y «cubre» esta tradición para expresar la primordialidad de su mensaje, el que constituye su esencia y su razón misma de ser.
En esta primera parte vamos a ceñirnos especialmente a la simbólica del ritual de apertura de la Logia, ritual que consagra, en el verdadero sentido de la palabra, los trabajos que en ella se cumplen. En efecto, mediante dicho ritual, lo que no era sino un lugar cualquiera, deviene un templo, esto es, un espacio sacralizado y significativo. Gracias a la acción de las energías espirituales vehiculadas por los símbolos, palabras y gestos rituales, podría decir se, que ese lugar es «transmutado» en algo esencialmente distinto de lo que era. De ahí, por tanto, la importancia de que el ritual sea practicado lo más perfectamente posible, siguiendo con la máxima escrupulosidad lo en él prescrito, y sin alterar, suprimir o modificar sin razón alguna ninguno de los elementos que lo constituyen, ya que en el respeto a los mismos reside precisamente la eficacia del propio rito. Naturalmente esto no quiere decir que los gestos rituales se repitan de una manera «mecánica», sino que al tiempo que se realizan han de comprenderse las ideas que vehiculan, que hablan de una realidad arquetípica, siendo uno con ellas, pues el rito no es otra cosa que el símbolo hecho gesto. Por consiguiente, el ritual ha de vivirse como lo que realmente es, como un conjunto o un todo ordenado y armóni co en donde cada una de las partes que lo conforman se corresponden mu tuamente entre sí. Se trata, por tanto, de un organismo que está vivo, y que actúa de acuerdo a los estímulos que recibe, es decir en cuanto se pone en práctica de una manera consciente. Es por eso que si una de esas partes faltara el ritual entero se resentiría, perdiendo «fuerza y vigor» la influencia espiritual que a través de él se transmite.

Para su mejor explicación, podemos dividir el ritual de apertura en cuatro partes:

- Asegurarse de la «cobertura» de la Logia.

- Comprobar la regularidad iniciática de los asistentes y determinación del

espacio simbólico

- El encendido de las luces y el trazado del cuadro de Logia.

- Descripción del tiempo simbólico y consagración de la Logia

Continuar la lectura en "El Taller. Revista de Estudios Masónicos"- Dirigida por el autor de este artículo.


Imagen de la cabecera: Cuadro de Logia de Aprendiz

Colección de láminas de Arte y Símbolo Masónico. British Museum